miércoles, 24 de marzo de 2010

Mi abuelo

Hemos tenido, hoy en el Cervantes, un examen para pasar al nivel avanzado 3-4. Nos han pedido redactar un texto narrativo en el que hablamos de cuentos que nuestros abuelos nos contasen:

Mi abuelo, que en paz descanse, murió en el año 1991. Era alto, fuerte y muy cariñoso. Pero yo le quería más por los cuentos que contaba sobre su infancia en el campo y las aventuras que tuvo en el mar.

Una vez, me contó la historia más divertida de toda su vida. Fue en los años 30 durante la guerra civil española. En aquella época, un general español, Franco, que controlaba el norte de Marruecos, necesitó más hombres en su ejército para poder derrotar a sus enemigos los republicanos. Mandó entonces a sus soldados para buscar toda persona que pudiese participar. Mi abuelo, como muchos otros, no pudo escaparse. Les dieron dos opciones: la guerra o la cárcel.

Pocos días después, les llevaron al puerto de Ceuta de donde se fueron a España. Todo pasó rápidamente. Al llegar ahí, cada uno tuvo su arma y comenzó la batalla. Fue en una montaña. Mi abuelo no se acordó de haber sabido el nombre del lugar, porque a los soldados no les explicaron nada. Todo lo que se quedó en su memoria era la bala que recibió en su pierna izquierda inmediatamente después de bajar del camión. Cayó en el suelo y se quedó tumbado hasta que llegaron dos marroquíes que le llevaron al hospital. Ahí, decidieron mandarle a Marruecos porque ya no podía servir para nada.

"¡Qué suerte!" - Pensó mi abuelo. Fue muy contento porque, para él, la muerte en una guerra que no era suya no tenía ningún sentido. Regresó a Marruecos quince días después, y recibió una prima por haberse herido en la batalla, con la cual pudo comenzar su pequeño negocio que creció en pocos meses. Menos de un año después, fue a Chefchaouen donde se casó con mi abuela. La trajo con él a Tetuán y ahí tuvieron su primer niño, mi padre.

Antes de morir, decía siempre que uno no podía saber donde estaba su destino. La guerra que le aterrorizó, le dio un negocio, una mujer y nueve niños.

jueves, 18 de marzo de 2010

Guernica


Ayer, busqué por Google la obra de Pablo Picaso “Guernica”, la imprimí e intenté describirla en un texto.

El cuadro es muy complejo, no puedo dominar lo con una sola vista global porque contiene más que nueve elementos que representan seres vivos además de algunos objetos. Cada uno de ellos es una obra artística aparte. El todo forma una escena que tiene lugar en una casa. Puedo ver paredes, esquinas, una ventana, una puerta abierta y una misa.

Todo es pintado en gris, negro y blanco, y cada centímetro del cuadro expresa tristeza y sufrimiento profundos.

En la parte derecha, cerca de la puerta un hombre aterrorizado, los ojos grandes, la boca abierta y los brazos arriba. Como si estuviese ahogándose entre las mandíbulas de una maquina de madera con dientes que quería devorarlo. A su lado, una ventana por la que otro hombre, con una expresión de tristeza en su rostro, parecía querer entrar trayendo un candil en su mano. Y a bajo por el suelo, una mujer arrastrando su pierna infectada como un soldado herido tratando de escaparse de una batalla.

En el medio del cuadro hay un caballo relinchando. Parecía sufrir y tener miedo igual que una presa caída en las manos de un depredador. No supe por qué hasta que identifiqué una lanza travesando su vientre. La pobre bestia está aplastando a un hombre tumbado en el suelo. Ese último parece ser un guerrero, está muerto tomando por su mano derecha una espada quebrada.

A la izquierda, una madre que lleva a su hija muerta en sus brazos, está mirando al cielo y gritando. La manera en la que sus ojos son dibujados denota que la pobre pueda haber perdido la razón. Cerca de ella, hay un toro perdido y confundido, y un pájaro herido sobre la misa.

Por fin, está colgada en el techo, una bombilla encendida que daba una luz intensa. Parece como un ojo divino observando lo que los humanos son capaces de cometer.

martes, 9 de marzo de 2010

Luz

La señora Catharina Vermeer estaba sentada en el salón vestida de una ropa muy elegante, contemplando su caja de joyas y charlando con su madre. Era la mujer de Johannes Vermeer, artista pintor. La familia vivía en la ciudad holandesa Delft en los años 1660, la edad de oro del renacimiento, y dependía totalmente de la venta de las obras artísticas de Johannes para sobrevivir y evitar la quiebra. Entonces, un retraso en finalizar un trabajo nuevo causaba muchas discusiones en la pareja. Catharina estaba muy interesada al dinero y a la riqueza, tanto que no vacilaba en seducir a un cliente rico para que comprara una obra de su marido.

Griette, la nueva criada, llamo a la puerta y entró. Catharina la miró con desprecio, odiaba a esa chica. La joven era muy bella, tenía un carácter discreto y una expresión de tristeza permanente en su angélico rostro. Llevaba siempre un velo y nadie excepto sus padres había visto el color de su pelo. Cosa que añadía un toque de misterio a su belleza. Muchas veces Johannes la sorprendió meditando sobre uno de sus cuadros. Tuvo algunas pequeñas charlas con ella y notó que esa criada estaba provista de un gusto para el arte y podía dar opiniones pertinentes sobre su trabajo. Cada día se sentía más fascinado por ella. La presencia de este ángel le cambió, provocaba en él una mezcla de sentimientos entre deseo y curiosidad. Eso lo notó Catharina y se volvió entonces celosa. "No es nada más que una criada ¿Por qué se interesa a ella más que a mí, su mujer? ¿Que tiene ella y que yo no tengo?".

- Sí - Dijo Catharina mirando a Griette con disgusto.

- Señora, es sobre el estudio del Señor Vermeer. ¿Debo limpiar las ventanas? - Preguntó la chica con vacilación y cuidado, sabía que su ama estaba buscando un pretexto para despedirla.

- ¡No necesitas preguntarme sobre algo tan evidente! - respondió Catharina con una sonrisa burlándose de esta pregunta estúpida. No dudaba que no era más que una criada.

- Porque esto puede cambiar la luz. Señora.

De la película "The girl with the pearl earring" de Peter Webber.

jueves, 4 de marzo de 2010

El autoestopista

Ayer, en la clase de español, tuvimos que redactar cada uno un guión utilizando una lista de palabras. La mía fue:
Un camión de plátanos,
Un autoestopista,
Una botella de perfume,
Un cocodrilo,
Una gasolinera,
Una pizza 4 estaciones,
Y una canción de los Rolling Stones.

Propuse esta escena que gustó a la profesora Fatiha, quien me preguntó si escribo (para animarme seguramente). En efecto, convertirme en escritor es un sueño. Sé que es, sobre todo, cuestión de trabajo duro y de disciplina.

La escena empezó con la famosa canción de los Rolling Stones some girls (algunas chicas) y tuvo lugar en el desierto americano extremamente caloroso de Nevada.
Un joven que tenía el físico de un modelo, alto y fuerte, y que estaba vestido de vaqueros y una camisa blanca abierta. Llegó a pie, transpirando, al restaurante de una gasolinera al lado de una autopista. Empujó la puerta y entró. Una vez dentro, toda la gente que estaba allí lo miró con una mezcla de envidia, extrañeza y desconfianza. Pero él, les ignoró, como si estuviera acostumbrado a esa actitud de parte de todo el mundo. Se sentó y pidió una pizza 4 estaciones.
Terminó su almuerzo, cogió su mochila y salió para seguir por su camino.
Era mediodía y hacía mucho calor. Tanto, que el joven sintió como si el sol estuviera a un metro de su cabeza. Entonces, se paró para autoestopear.
Pasaron muchas mujeres conduciendo sin pararse. Todas le miraron de la misma manera que los clientes del restaurante.
Desesperado, sacó de su mochila una botella de perfume casi vacía, solo contenía algunas últimas gotas. La vació sobre su cuello y en segundos se paró cerca de él un gran camión de plátanos, un tráiler conducido por una chica rubia, guapa y voluptuosa con un carácter rebelde.
El joven sonrió, y antes de subir miró el logotipo grabado en la botella de perfume: un cocodrilo.