martes, 22 de noviembre de 2011

La vecina Española

Quizá, si Freud estuviera vivo, encontraría en esa historia un estudio de caso interesante o al menos me ayudaría en superar esa mezcla paralizante de emociones de deseo y temor que sufro cada vez que veo a una mujer pelirroja.

Cuando tuve cinco años, eso fue en marzo del año 1960, mi familia se mudó a otra casa. Ésa estaba en un nuevo barrio fuera de la ciudad antigua de Tetuán. Mi padre la compró de un español que había decidido regresar a su país tras la retirada de las tropas españolas.

Nuestra nueva habitación era moderna y espaciosa, y mi madre, con lo poco de español que chapurreaba, no tardó en hacerse amiga con una vecina española que se llamaba Mari Carmen. Esa última llevaba veinte años viviendo en Tetuán con su marido Juan Garayoa que era carpintero de origen vasco. La pareja tenía una hija única que ya se había casado con un soldado y se fue a vivir en Madrid.

Mari Carmen era una autentica ama de casa occidental de los años sesenta. Tendría entonces más o menos cuarenta y cinco años, pero muy bien llevados. Era bella, alta, delgada y pelirroja. Hoy en día la recuerdo cada vez que veo al personaje de Bree Van de Kamp en la serie Desperate Housewives. La elegancia, la buena cocina y la sonrisa eternal eran su verdadera religión.

Con nosotros, los niños del barrio, era muy cariñosa y chistosa. Su sentido del humor siempre provocaba el regocijo en su entorno. Pero lo que más nos encantaba en ella eran esas exquisitas tartas que nos preparaba de vez en cuando sin que nadie se lo pidiera. Yo, la veía como un ángel. Pensaba que todas las españolas eran como ella y me prometía que, al llegar a la edad de casarme, me fuera a España a buscar una esposa como ella.

La adoraba hasta un día en el que descubrí una faceta espantosa de su personalidad. Fue una escena que me quedó grabada en la memoria para siempre.

Aquel mañana, mi madre me mandó a invitar a la pareja Garayoa a cenar con nosotros. Corrí feliz hacia su casa y llamé a la puerta. Me abrió Mari Carmen con su sonrisa habitual:

- Buenos días niño bueno. ¿Qué tal estas hoy?
- Muy bien. Mamá les invita a ustedes a cenar con nosotros hoy. ¿Les conviene a las ocho horas y media?
- Sí claro, no faltaremos. Dale las gracias a tu mamá de mi parte.

Anduve unos pasos y la oí llamándome:
- Espera. Quiero que veas algo. Seguro que te va a gustar.

Entré y la acompañé hasta la cocina, y ahí, vi sobre el comedor una jaula que contenía un conejo blanco.
- ¡Ay! un conejo. Qué bello, qué bello – grité de alegría.

Mari Carmen lo sacó y lo acarició con mucho cariño.

Nunca había visto un conejo de tal blancura y limpieza. Era muy bello y como Mari Carmen le gustaba siempre añadir su toque estético, puso un lazo rojo al cuello del animal.

Me puse muy feliz cómo nunca y tuve la impresión de que el conejo, que temblaba en las manos de su dueña, se alegró al verme y empezó a mover sus patas como si quisiera echarse en mis manos.

- Oh. Mira su reacción. Parece que vais a ser amigos – dijo ella.

Tomé el conejo en mis manos y contesté:
- Me encantaría. Me gustaría jugar con él. ¿Me lo deja hoy? Lo llevaré a mi cuarto, le daré a comer y rogaré mi madre para que le teja un chaleco negro. Yo, le construiré una casita de madera. Será mi amigo. Y… ¿tiene nombre? ¿No? Pues, Buscaremos algo para él. Será mientras cenamos. ¿Vale?

Mientras yo saltaba de alegría. Mari Carmen recogió el conejo, le acaricio la cabeza unos segundos y, repentinamente, su sonrisa desapareció y de un gesto rápido, frío y hasta decir mecánico, sacó un martillo del bolsillo de su delantal y dio un golpe fuerte a la cabeza del pobre animal que perdió conciencia inmediatamente y se quedó sin movimiento, un cadáver.

Sentí un escalofrío. Me tragué mi lengua e iba a mear de miedo. Me quedé mudo y con los ojos grandes abiertos. Aterrorizado por la brutalidad de la escena.

Mari Carmen recobró su sonrisa, su rostro volvió a su expresión angélica de nuevo y me dijo sin la menor emoción:
- Lo coceré en una cazuela de barro, a la navarra, y me lo llevaré a la cena de hoy. Espero que os vaya a gustar.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Participación en un taller de teatro

He escrito esa escena para participar en un taller de teatro en el instituto Cervantes de Casablanca. La voy a entregar hoy. A ver que van a decir:

El doctor
A ver. Empezamos por… (el doctor hecha una ojeada a su cuaderno) la señorita Jamila. ¿Cuál es su historia?

La enfermera
Trate usted de no acercarse a ella. Les tiene mucho miedo a los hombres. Sobre todo los mayores. Será porque fue víctima de una agresión sexual en su niñez. Pero tiene un carácter muy tranquilo e infantil. Pasa todo el día jugando y riendo. Invita a todo el mundo a jugar con ella. Especialmente yo.

El doctor
¿Ha dicho que sufrió una agresión sexual? ¿Por parte de quién?

La enfermera
Su padre.

El doctor
Hum. Y él ¿con quién se imagina estar hablando?

La enfermera
Con Lola (la enfermera sonríe)

El doctor
¡Aja! ¿Y quién es Lola?

La enfermera
Su vaca. Es uno de los jóvenes granjeros que perdieron sus inversos por causa de la epidemia de la vaca loca. Parece que adoraba su trabajo tanto que no aguantó el golpe. Sus vacas murieron, el banco confisco sus bienes después de su quiebra y lo peor fue el abandono de su esposa que huyo con sus dos hijos.

El doctor
¿Y desde cuando pone nombres a sus vacas? ¿Cuantas vacas imagina que tiene?

La enfermera
Solo una. Le llama Lola. Que fue el nombre de su mujer.

El doctor sobresalto al oír, repentinamente, la voz de una mujer que estaba de pie en la esquina cantando una ópera. Se quedó un tiempo quieto escuchando esa voz fuerte y maravillosa. Luego tomó la mano de la enfermera y empezaron a bailar como si estuvieran hipnotizados por la canción. Pero pararon al ver que los pacientes les miraban con estupefacción.

El doctor
Tiene una bella voz. ¿Fue cantante?

La enfermera
¿Cómo? ¿No la conoce usted? Es Carla, la diva del bello canto. Hija de buena familia. De padre diplomático y madre cantante de ópera de origen italiana. Su historia es un poco complicada y no la comprendo perfectamente. Desconozco el evento que causó directamente su enfermedad. Pero sé que vivió muchos problemas de familia, se casó varias veces y sufrió mucho estrés por su trabajo y su fama.

El doctor
Supongo que pasa todo el tiempo cantando e imaginando a los demás como su público.

La enfermera
Sí, exactamente. Solo les causa molestia y a veces rabia cuando les despierta a media noche con su voz.

La profesora (muy enfadada, gritando): 
¡Callad todos! ¿En qué lengua debería expresarme para que comprendáis?

El doctor miró sorprendido hacia la última y antes de decir nada la enfermera le explicó:

 La enfermera
Ella es Amelia. Como puede usted adivinar es profesora. De esa gente que perdió la cabeza de tanto estudiar. Siempre soñaba con ser profesora y tiene un nivel académico muy alto. Pero regresó loca de un pueblo lejano donde fue afectada por el ministerio de educación. ¿Cómo pudieron mandar allí a una señorita como ella? ¿Y a dónde? A un pueblo que habla una lengua que nadie de nosotros comprende. Son ellos los que deben estar aquí, no ella. ¡La pobre!

El doctor
Por favor señorita, no vuelva jamás a pronunciar la palabra “loca” aquí.

La enfermera
De acuerdo. Discúlpame… ¿Ve usted al paciente sentado cerca de la ventana?

El doctor
¿El con bigote y pelo peinado?

La enfermera
Sí. Se llama Juan y actúa como don Juan. Se imagina en un hotel cinco estrellas no en un manicomio. Y solo se enfada cuando los demás no le tratan como un caballero.

El doctor
Parece muy viejo. ¿Qué edad tiene exactamente?

La enfermera
Ochenta y tres años. Recibe de vez en cuando visitas de sus hijos y nietos.

El doctor
Según mi lista, nos queda solo un paciente a conocer: Pablo. (El doctor miró hacia ese último y preguntó a la enfermera) ¿Cuál es su historia? Parece todavía joven.

La enfermera
Joven y ya no aguanta las “hipocresías” de la sociedad, como dice él. Es un periodista. Fue especializado en política y sociedad, y conocido por sus críticas afiladas de la corrupción y las costumbres religiosas. Fue despedido de su trabajo en el periódico y, para sobrevivir, debió aceptar un puesto en el ministerio de la cultura donde le dejaron solo en un despacho sin nada que hacer. Luego lo acusaron de ateísmo y violencia hacia sus colegas y lo trajeron aquí.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Escribir

"Es importante decir cómo nos llamamos, decir el nombre de los lugares en donde hemos vivido y describir los detalles de nuestra existencia. «Vivía en Coal Street, en Alburquerque, cerca un garage, y llevaba la compra en bolsas de papel por Lead Avenue. Allí alguien, al comienzo de la primavera, había plantado unas remolachas y yo observaba crecer aquellas hojas verdes de color rojizo».
Hemos vivido; cada uno de nuestros momentos ha sido importante (...). Registrar los detalles de nuestra vida significa tomar partido en contra de las guerras, las matanzas, en contra de la velocidad excesiva y la eficiencia exagerada. El escritor debe decir sí a la vida, a cada aspecto de la vida: al agua en los vasos, a la jarra de leche, al bote de ketchup sobre el mostrador del bar."

NATALIE GOLDBERG, EL GOZO DE ESCRIBIR

Notas sobre “La práctica del relato” de Ángel Zapata

El autor de “La práctica del relato” intenta presentar las mejores prácticas en materia de narración para nuevos escritores y habla de cuatro virtudes:

Naturalidad

Evitar el exceso de literatura en el texto y la imitación del estilo literario. El empeño de escribir muy bien puede ser un obstáculo para el escritor.

La naturalidad es algo parecido a una relación de confianza que el escritor entabla con sus lectores. No sirve de nada escribir muy bien y de manera complicada si para ello tenemos que sacrificar esa relación.

La naturalidad consiste en no fingir. Hay que contar la historia (verdad o mentira) sin reticencia ninguna.
La palabras elegidas no deben ser puro adorno sino engranajes que giran al servicio de la acción.
El narrador cuenta algo en vez de hacer observar las peripecias de las palabras.
Es mejor cuando las frases son cortas y livianas, y el relato es nítido y directo.

Pero, escribir de manera sencilla no significa reproducir las conversaciones entre personajes como son en la realidad. El estilo coloquial está cargado de una multitud de giros y expresiones que no tienen valor informativo sino solo sirven para mantener un contacto continuo con su interlocutor.

Hay que mantener: (i) Un vocabulario usual (ii) La ausencia de adornos retóricos (iii) El uso de frases cortas (iv) Y transmitir en cada momento el estado de ánimo de los protagonistas.

Estilos a evitar: (i) Formal: textos como informes técnicos (ii) Enfático: exagerar la descripción con muchos adjetivos (iii) Retorico/poético: como un poema o como el ejemplo 1 (iv) Y asertivo: descripciones que se parecen a textos científicos o a comentarios sobre datos estadísticos.


Visibilidad

Hay que producir en la mente del lector el efecto de una película. Hacerle ver las escenas y los personajes.
Por eso, la descripción de los personajes no debe ser directa sino a través de sus acciones. Esa es una técnica que engancha al lector.
Muy importante: hablar de detalles para situar al personaje en su ámbito, y añadir viñetas.
Pero la selección de esos detalles, no es tarea fácil. Necesita mucha práctica y algo de talento.
También hay que mantener el suspenso hasta el fin de la historia y eso se consigue con llevar la historia en direcciones no esperadas por el lector. Lo previsible no es visible.


Continuidad

Hay cosas que deben fijarse en la mente del lector. Para eso es necesario repetir. Sí, mantener la continuidad por repetir. Pero solo lo que importa, con amenidad  y sin dejar que el lector lo note.

Personalidad

El perfeccionismo representa un obstáculo muy serio para la personalidad de la escritura: obstaculiza la expresión propia.

Tópicos: A un lector no le gusta leer lo que ya sabe.
Por ejemplo: Sabemos todos que los días de la primavera son radiantes, que en el campo se respira mejor que en la cuidad y cómo son los embotellamientos en las horas de punta.
Lo previsible, lo consabido y las frases hechas hay que utilizarlos con pequeñas dosis

Al escribir hay que evitar el pudor. Escribir en total impudor. Pero eso, según el autor, no significa convertir su texto en algo vulgar e idiota como el streep tease. Sino evitar la censura y abordar los tabús sin temor.

Los buenos relatos no plantean de manera general situaciones cerradas.

Escribir no es pensar con la cabeza. Sino ponerle una funda a las ideas juiciosas que amueblan la cabeza y mudarnos a lo imaginario.
Escribir es también pensar con el corazón, jugar y buscar un equilibrio entre pensamiento dirigido y pensamiento fantaseador.

domingo, 16 de octubre de 2011

Dime quién soy - Julia Navarro

He cruzado un desierto de 1096 páginas. Acabo de finalizar, hace unos minutos, la lectura de "Dime quién soy". 
Primero debo decir que la nueva novela de Julia Navarro es muy divertida y conmovedora. Estoy contento de haber descubierto a esa escritora con su gran capacidad de imaginación y también de redacción. Supongo que mantener el suspenso a lo largo de 1100 páginas no es tarea fácil. 
Sin embargo, me hubiera gustado que la investigación de Guillermo fuera más complicada. Era demasiado rápida y facilitada por gente que era capaz de contar cada detalle de la vida de Amelia, hasta sus sentimientos.

Mientras leía la novela pensaba que el titulo "Dime quién soy" se refiriera a la búsqueda de Guillermo de su origen en el pasado de Amelia Garayoa, su bisabuela. Al fin descubrí que esa última estaba todavía viva y que es ella la que necesitaba recordar quién era porque el Alzheimer le estaba devorando la memoria.

Una cosa que me extrañó: el último capítulo cuenta la vida de Amelia entre el día de su regreso con Max y Freidrich de El Cairo hasta la caída del muro de Berlín. Entre las dos fechas hubo la muerte de Franco en 1975 seguida de la transición democrática española. No hay en ese capítulo ningún comentario de Amelia sobre esos eventos, sabido que su único motivo de convertirse en espía fue derrotar a Hitler para que Franco, el asesino de su padre, se quedara débil.

La novela puede dar a luz a una película de espionaje del estilo de "Shining Through". Otra pelicula, esta vez francesa, que cuenta una historia algo parecida es "Elle s'appelait Sarah" de Gilles Paquet-Brenner.