martes, 16 de febrero de 2010

Padre : carta 1

Padre,

No estoy seguro que puedas escucharme. Dicen que las únicas voces que llegan a los muertos son las oraciones. Pero tengo que contarte lo que está ocurriendo en nuestra vida ahora, tres meses después tu ida.
Te quiero mucho, padre. Tu imagen no deja mi mente desde el día que falleciste. Intento cada instante imaginar tus últimos momentos de vida en esa tierra lejana y sagrada a partir de lo que mi madre nos cuenta. No sé lo que siento. No creo que sea tristeza o dolor, sino un sentimiento profundo de miedo e inseguridad provocado por tu ausencia. Vivías toda tu vida entre nosotros con tu corazón débil y siempre enfermo aunque tu presencia era enormemente protectora.
Desde el día que conocí el mundo supe que eras un ser frágil. No podía dejarte solo cuando mi madre no estaba. Y cuando estábamos juntos no dejaba de mirarte en los ojos para anticipar tus estados de hipoglucemia.
Y mi abuela, tu madre, ha cambiado mucho. Tu muerte le ha quemado el corazón. Siempre nos ha acostumbrado a mostrarse la más fuerte en los momentos más crueles. Aunque ahora está destruida. Nunca olvidaré como entré a su casa con los ojos rojos y llenos de lágrimas, no pude decir nada, le besé la mano y me dirigí al otro cuarto para llorar. Al ver me en este estado comprendió lo que había pasado y empezó a llamar tu nombre como si pudieras escucharla. La pobre, ha sufrido de todo, la muerte de su padre, la del tuyo, su marido, quien la dejo sola con nueve niños y pocos recursos. Y ahora la tuya. Por eso, no le olvides nunca allí donde estas.
Hasta la próxima carta, Padre.

Tu hijo.

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